Puede que acabáramos el tercer día empachados, pero nuestra gula es infinita. Y qué mejor forma de demostarlo que empezando el cuarto día con un desayuno de los que hacen historia.
Breakfast at Jooseppi´s
Brunnenstrasse, zona límite Mitte y Prenzlauer Berg
Ya teníamos ganas de ir a Raja Jooseppi, un restaurante en nuestra calle del cual sólo se veía un pequeño cristal y la puerta y que, por las noches, se veía medio iluminado con velitas. Tenía un aspecto de lo más acogedor. Además, habíamos mirado la carta y todo parecía delicioso. Por cierto, con ese nombre pensámos en un principio que sería hindú, pero en cuanto vimos la carta quedó claro que no: eran platos elaborados de nueva cocina. Como al final el día anterior no cenamos allí porque no era momento de comer tanto, decidimos que desayunaríamos en Raja Jooseppi. Además, habíamos visto un cartel con una oferta interesante en la puerta. Resultó que cuando entramos, ni el local era tan pequeño (se extendía hacia la derecha haciendo una L hacia una habitación grande y luminosa, donde desayunamos), ni era sólo restaurante (también hotel), ni existía la oferta de desayuno que habíamos visto porque era para otro día de la semana. No problem, seguía siendo acogedor y la chica que nos atendió nos dijo que había muchos tipos de desayunos para elegir. Perfecto. Y ciertamente, la carta era infinita: desayunos de diferentes países y tipos ya creados (desayuno inglés, alemás, etc) y además con posibilidad de elaborar uno mismo su propio desayuno utilizando todas las combinaciones habidas y por haber. No nos complicamos y pedimos dos desayunos ingleses para compartir entre 4, con huevos, bacon, salchichas (pequeñitas con hierbas), alubias y tomate a la plancha. Delicioso. El precio rondaba los 7 € por desayuno, pero lo merecía. Luego además pedimos café, nuestro combustible indispensable.
Comida momificada
Neues Museum, Isla de los Museos, Mitte
Tras el desayuno, fuimos al Museo Nuevo (Neues Museum) ya que queríamos aprovechar el pase de transporte “Isla de los Museos” que habíamos cogido. Desgraciadamente, el tenerlo no nos evitó la cola para entrar porque había que pagar un poco más, cosa que no sabíamos. En fin, el museo lo merecía. Todo lo que tiene que ver con Egipto nos gusta mucho por lo que ir allí en concreto nos apetecía bastante, ya que es el museo de prehistoria, historia antigua y Egipto. Al final entre esperar la cola y ver el museo se nos pasó la mañana. Vimos momias, todo tipo de figuritas y cachibaches, estatuas y enterramientos. Lo de los sarcófagos era realmente curioso. En una misma sala había varios sarcófagos egipcios y justo al lado otros enterramientos más rudimentarios, todos con la misma finalidad, sólo que unos eran elaboradísimos, con grabados y un trabajo impresionante y los otros no eran más que piedras colocadas alrededor del fallecido. Y ambos estaban hechos en la misma época. No es por nada pero los egipcios se lo curraban muchísimo más 😉. Luego vimos el famoso busto de Nefertiti (y justo en diciembre del año pasado se cumplían 100 años desde que lo hallaron). También vimos otras representaciones de los bustos de Akhenatón y Nefertiti, con esas cabezas alargadas que tanto han dado que hablar. Después, me pasé un buen rato mirando urnas llenas de anillos, pendientes, collares o especias. Soy de esas personas que se entretienen mirando plantas cuando va al monte o conchas en la playa (reminiscencias de un instinto de recolectora supongo) y además, bisutería y alimentos en los museos de historia. Me gusta pensar en las mujeres que llevaban las joyas y en cómo les quedarían, además de fascinarme lo elaboradas que eran. Y por supuesto, me encanta ver las comidas (momificadas claro), recetas, cacerolas, etc que hay en los museos para imaginarme cómo comían entonces. Había especias, panes,… hace poco había leído que los egipcios tenían incluso vasijas para desuerar el queso. Fantástico.
Happy noodles
Mitte
Bueno, y como la comida momificada no alimenta ni creo que esté muy buena, salimos a la calle a buscar un lugar para comer de verdad. Por cierto, fuera había una estatua en la que ponía Humpty Dumpty y no conseguíamos recordar de qué nos sonaba ese nombre. Al final pedimos ayuda al móvil, que también decía que allí cerca había un restaurante asiático llamado Happy Noodles (con ese nombre nos calló muy bien), tan cerca que por lo visto debíamos estar ya dentro pidiendo la comida pero el caso es que no lo veíamos (esas trampas del teléfono). Estaba a la vuelta de la esquina. Comida rapida que nos entró muy bien y que estaba muy rica y a buen precio. Se podían pedir unas cajas con fideos, pollo y verduras por 2,6-3,6 € pero pedimos menús: uno de pollo crujiente y fideos, pato crujiente y fideos, otro con pollo teriyaki y arroz y el último con pollo en salsa de cacahuete y arroz. Además, el menu incluía sushi o sopa de primero (nosotros cogimos sushi) y una bebida pequeña. Total, nos salió la comida por 31,60 € (recomiendo ver este gracioso vídeo que he encontrado del lugar y que lo explica todo muy bien, aunque el hombre tiene muchos problemas para comerse los fideos).
Un paseo por el comunismo
Museo RDA y alrededores y hacia Friedrichshain
Comimos y nos fuimos hacia el museo de la RDA que estaba al lado. En él se reproducían desde las casas de la época pasando por los coches, vestuario, televisión, jardines, costumbres, etc. Todo interactivo, podias abrir los armarios, mirar los libros e incluso sentarte en el sofá. Yo me entretuve un buen rato en la cocina, la verdad. Estaba muy bien, pero había mucha gente y es difícil intentar que 20 personas manoseen una sola cosa a la vez, además de que el calor humano se notaba demasiado allí y empezamos a achicharrarnos. Salimos y visitamos a Marx y Engels un momento, antes de ir hacia Alexander Platz donde habíamos quedado con un amigo que vivía allí. Nos tomamos unas cervezas en un bar con palmeras falsas, donde creerías casi estar en el caribe si no fuera porque veías nieve a través de la ventana y porque los dueños y la camarera eran rusos. Después acompañamos a nuestro amigo, pasando por la estatua de Rosa Luxemburgo y nos dirigimos hacia Friedrichshain.
Pizza punk y pasta ska
Friedrichshain
Andamos un rato por la Karl-Marx Allee, que con sus dimensiones realmente impresiona, hasta llegar a dos edificios gemelos que son como dos faros. Allí torcimos y empezamos a adentrarnos entre callejuelas. Ya sabíamos que en ese barrio había ambientillo y se notaba porque había mucha gente joven. Nos tomamos algo cerca de Boxhagener Platz, “la Boxi”, en un bar oscuro donde el aire de los cigarros y la luz rojiza llenaban el ambiente. Salimos y no muy lejos vimos un restaurante italiano lleno de gente joven, así que entramos. El lugar se llama Il Ritrovo. Cucina Casalinga Popolare. Resulta que “casalinga” es ama de casa, y la “cucina casalinga” no es otra cosa que cocina casera. Desde luego, el sitio no es para gente remilgada: es un lugar “popolare” como su nombre indica. Ruidoso, está lleno de gente y la estética es mayoritariamente punk y con pintadas en las paredes (vimos algunas de Banda Basotti y Obrint Pas). De hecho, allí se suelen hacer conciertos habitualmente, como luego supimos. Pero eso si, tan “popolare” en el ambiente como en la comida: una pizzas impresionantes, una pasta realmente estupenda (pedimos boloñesa) y postres muy ricos (tiramisú delicioso). Y el vino si bien no era el más fino que habíamos probado desde luego entraba solo, así que nos fuimos contentos a dormir ;).
Foto del Neues Museum de Dalbera bajo licencia CC-BY 2.0