Come Lola come: Berlín (VII)

Pan y agua

Oranienburg, Sachsenhausen

sachsenhausen

El sexto (y último) día lo íbamos a dedicar, al menos en su mayoría, a una cosa: ir al campo de concentración de Sachsenhausen. Si ver la exposición de Topographie des Terrors el día anterior nos había puesto los pelos de punta esto fue mucho más intenso, pero merece la pena visitarlo. ¡IMPORTANTE! No hay ningún lugar para comer allí y la visita es larga, por lo que se recomienda llevar comida (tipo bocata para comer sobre la marcha).

arbeitEn Vive Berlín (cooperativa formada por diferentes personas especializadas en historia, política, arquitectura, etc) el tour lo ofertan gratis (salvo 1 € que paga todo el mundo que entra para la fundación que mantiene y cuida el campo), aunque en realidad es como un free tour y al final te comentan que les puedes dar lo que te parezca conveniente. Lo cierto es que lleva 6 horas y lo hacen realmente bien, explicando todo perfectamente y de manera amena. Nuestra guía, Carmen, desde luego fue estupenda.

Se llega en metro con los guías y normalmente hay autobuses que te acercan desde la parada, aunque ese día no había servicio de autobuses por lo que nos tocó ir dando un paseo. sachsenhausen_mapaMientras vas llegando, ya te comentan que la conformación del campo es especial, puesto que tenía una estructura que permitía a los vigilantes de la torre A (zona del semicírculo) vigilar desde allí todo el campo perfectamente. Cuando se llega a la zona de acceso, diferentes paneles informativos explican esa conformación, y,baños una vez la ves dibujada, comprendes lo difícil que era intentar escapar de ese lugar. En los alrededores pasas por una serie de edificios que pertenecian a los guardias. Allí era donde vivían y, curiosamente, entre los edificios había un casino para poder olvidar TODO lo que habían hecho durante el día… Ya explican que, si algo tenían bien estudiado y medido los altos mandos, era la manera de no sentirse culpables y de hacer sentir al ejecutor de sus órdenes la menor culpabilidad posible: ellos lo ordenaban pero no lo hacían y al que lo hacía se lo habían ordenado y no tenía más remedio. Y, si se sentían mal, les quedaba el casino para olvidar…

A lo largo de la visita se van viendo la Torre A (puerta de entrada al campo), la Appellplatz (patio de revista), el barracón 38 (uno de los dos que quedan en pie), la prisión de la Gestapo (la prisión donde iban los prisioneros especiales), el museo de la cocina (con instrumentos, fotografías y ropa), la estación Z (unidad de exterminio del campo), la morgue y la sala de autopsias. pijama 2Además, van explicando toda la historia del lugar mientras caminas por los diferentes lugares o miras mobiliario, ropa y diferentes objetos. Por supuesto, muchas de las historias son escalofriantes pero no son esas las que voy a contar aquí. En el museo de la cocina, por ejemplo, están los “pijamas de rayas” y se pueden ver los triángulos de diferentes colores que se cosían a él sirviéndoles como modelo de identificación (demencial). En líneas muy generales eran: rojo (prisioneros políticos), amarillo (judios), verde (criminales comunes), morado (testigos Jehová), negro (grupos “asociales”, como los llamaban ellos, desde sin techos o inadaptados a mujeres homosexuales o anarquistas), rosa (hombres homosexuales), marrón (gitanos, pero esto ya al final) y azul (emigrantes). Por otro lado, la alimentación de los prisioneros era prácticamente inexistente: después de trabajar duramente todo el día (para grandes empresas y multinacionales de la zona, que obtenían trabajadores gratuitos de los campos de concentración y que aun siguen estando por alli cerca), a menudo recibían un par de comidas, normalmente un desayuno que consistía en un pequeño trozo de pan y un poco de agua y una cena a base de sopa. Con suerte, en la sopa caía una legumbre o algun trozo de carne. Al parecer, si estaban ligeramente enfermos se les daba algo más de comida para que se repusieran, a fin de no perder trabajadores. Eso sí, si estabas grave o ya eras mayor no corrías esa suerte.

Por su parte, en el pabellón de la Gestapo (un lugar separado de la zona de pabellones pero no aislada, y lo suficientemente cercana para oir lo que pasaba dentro), cuentan la interesante historia de Martin Niemöller, que estuvo allí apresado. Si bien el nombre no me dijo nada, nos comentaron que era el autor del poema: alambrada“Cuando los nazis fueron a por los comunistas, yo no hice nada porque no era comunista. (…) Y cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie para protestar.” Se atribuye erróneamente a Brecht, pero es suyo. Al principio este cura era amigo de Hitler y le  apoyó, pero más tarde (recapacitó y) se le opuso: “Martin Niemöller was a German pastor and theologian born in Lippstadt, Germany, in 1892. Niemöller was an anti-communist and supported Hitler’s rise to power at first. But when Hitler insisted on the supremacy of the state over religion, Niemöller became disillusioned. He became the leader of a group of German clergymen opposed to Hitler”. Salió con vida de Sachsenhausen.

He encontrado este blog, donde hay mucha información sobre todo el campo.

Entrando en calor

Mitte, cerca de Prenzlauer Berg

volksbühneCuando volvimos a Berlín teníamos el cuerpo y la mente helados. Quedamos en la Plaza de Rosa Luxenburgo (no muy lejos de casa), que tenía un enorme edificio en medio y una rueda con pies en el jardín. tobeornottobeEntramos dentro, cogimos papeles, pero nos fuimos sin saber qué era aquello. Después lo he descubierto: un teatro. [The Volksbühne  was built during 1913 and 1914 and designed by Oskar Kaufmann and sculpted by Franz Metzner.wasersturmThis organization tries to promote social-realist plays at an affordable price for the common worker]. Salimos y nos dirigimos a una cafetería que había allí al lado, To be or not to be. Café caliente, rico, decorado con aquel arte del latte… Mmmm! Ah! El brownie de chocolate tenía una pinta… gagarin 3Se supone que es un lugar de reunión de periodistas, artistas, políticos y actores, por estar entre el cine Babilonia, la editorial de Berlín y la Karl-Liebknecht-Haus (sede de Die-Linke, la izquierda). Salimos de allí y anduvimos un buen rato hacia Prenzlauer Berg hasta que pasamos por la Wassersturm, la “torre del agua”, que estaba en medio de un parque. La rodeamos, y, de repente, nos topamos de morros con el bar Gagarin (cuyos brunchs a 10 € son muy famosos por abundantes y ricos, pero no era la hora). En fin, tomamos cerveza Gagarin, claro, que era suave y rica. Las vistas a la torre, el ambiente retro, los sofás y la ligera iluminación hacían que fuera un sitio muy acogedor.

La última cena

Prenzlauer Berg

metzer eckPara cenar, y como despedida, fuimos a otro restaurante típico alemán, el Metzer Eck. Sólo puedo decir que, aun siendo un restaurante alemán, con inmensas raciones y acostumbrados a gente que come mucho, sorprendimos a las camareras: después de pedir cada uno un plato más una ensalada para todos, pedimos otro más para compartir entre dos y la camarera nos preguntó, entre asustada y divertida, si de verdad queríamos comer más (no sabía con quién se había topado). Pedimos una ensalada de atun, hamburguesa, dos escalopes, dos currywurst y pastel de manzana. Además, cervezas Krusovice checas muy ricas. Ningún plato en el menú pasa de los 10 € y está todo realmente bueno.

Al día siguiente, tras dar un paseo, ver el Tiergarten y pasar por una manifestación cerca del Reichstag, fuimos al aeropuerto para coger el avión de vuelta. Esta vez no nos dieron salchichas pero la cerveza no nos la quitó nadie. Auf Wiedersehen Berlín!

La imagen de la estructura del campo es de Helena Araújo bajo licencia CC BY-NC-ND 3.0

Come Lola come: Berlín (III)

Museo del currywurst y catedrales de chocolate

Mitte, zona puerta Brandenburgo

brandenburgSegundo día en Berlín! Era lunes, así que decidimos hacernos un freetour, ya que nacieron en Berlín y nos los habían recomendado en varias ocasiones. Y además porque para ponerse en situación y saber dónde está todo es lo mejor. Partimos de la plaza de París donde nos apelotonamos para entrar, al igual que otras 100 personas, en un maldito Starbucks (la necesidad de cafeína nos hace ser débiles) y al final entramos en el de al lado que era lo mismo pero con otro nombre y con conejitospasteles más ricos (aparentemente). Nota mental: semana santa en Alemania = conejitos forever (& everywhere). Nuestro guía no nos disgustó pero tampoco nos encantó (le faltaba un poco de gracia) aunque realmente sirvió para su propósito y nos hicimos una composición de lugar. Fuimos a los lugares emblemáticos y típicos de la ciudad (Puerta de Brandenburgo, monumento al holocaustro, Checkpoint Charlie, el muro, etc) mientras nos explicaba todo y nos contaba algunos truquillos. chocotedralPor cierto, pasamos por Fassbender & Rauch (la página está en alemán pero no hace falta entender nada, con ver basta) la tienda de chocolate más famosa de Berlín, donde barcos y catedrales de chocolate se exhibían en el escaparate y donde no compramos nada, cosa que ahora lamento.

La comida fue, por la falta de tiempo y el lugar donde nos soltaron, donde se pudo. Y en concreto en el museo del currywurst. cuuryatthewallTe dan un ratito para comer para seguir con el tour, con lo cual fue un poco estresante. Lo que comimos es evidente, pero comentar que pedimos las salchichas con hierbas para cambiar. Y una ensalada de patata que sabía como los pintxos de ensalada de puerros (con puerros, jamón de york y mayonesa) que son dulzones y ricos. Seguimos con el tour,  viendo la Universidad Humboldt (por donde han pasado Marx, Hegel o Einstein), el monumento a la quema de libros (difícil de ver a través del cristal lleno de barro y pies), la ópera y la catedral de Berlín, donde terminamos. Una vez allí, decidimos ir a ver el museo de Pérgamo

¿El paraíso de los Mario Bros.?

Mitte, isla de los museos

…museo que es digno de ver por las maravillas que contiene y por ende, un ejemplo más de expolio masivo (a la par que el British Museum, otra maravilla) y leonpergamoque me produce sentimientos encontrados. Las puertas de Ishtar, las “puertas pequeñas” de Babilonia, (donde estuvieron los jardines colgantes), la fachada del mercado de Mileto (donde hace 2600 años Tales, el del teorema, puede que hiciera sus compras), el altar de Pérgamo…¿cómo se llevaron todo eso por favor? y ¡qué pasada! por otro lado. Con las audioguías gratuitas uno se puede pasar horas escuchando las explicaciones (y no explican todo lo que hay porque si no, no serían horas, serían semanas). Sabiendo que nos esperaba una larga lección de historia, nos comimos unos perritos y unos crepes de nutella impresionantes (IMPRESIONANTES) tuberia1en un puestillo fuera del museo para…¿merendar?. Por ejemplo. Y al salir, unas cervezas en un irlandés bajo las vías. Hablando de cerveza, aquel día vimos por varios sitios de la ciudad grandes tuberías de colores que surgían de repente en ciertos lugares, atravesando zonas por la superficie y volviendo a sumergirse en el suelo otra vez. La leyenda cuenta que son tuberías que transportan cantidades ingentes de cerveza por la ciudad, lo que me hizo imaginar un Berlín en el que saliera cerveza de los grifos…¡WOW! Pero nada más lejos de la realidad. En Berlín hay mucha agua subterránea y cada cierto tiempo tienen que drenar ese agua, cosa que hacen a través de las tuberías de colores.

Las chicas que hacen “pffffff” y Benny Hill

Mitte

Y como estábamos por el centro, intentamos ir al Deponie nº3,  que también está bajo las vías de tren (de nuevo dando vueltas para acabar en el punto de partida, con un GPS que parecía vacilarnos). Había leído de mano de un buen cocinero que era un gran sitio para comerse una bradwurst con patatas y sauerkraut, típico alemán, bueno y barato. Realmente el sitio tenía buen aspecto, mesas de madera, velitas, super-acogedor, muy de casa y cálido. Buen ambiente, lleno de gente de todas las edades riendo y agusto. Y el problema no era ni por la comida ni por el lugar. Entramos y sin prestarnos mucha atención (pasando en moto), las camareras nos dijeron que no había sitio para cuatro. Nos fuimos, pero tras 5 minutos mirando los alrededores pensamos que no queríamos ir a otro, ese tenía muy buena pinta y podíamos esperar. Entramos de nuevo y fuimos al fondo, donde todas ellas se apelotonaban. Aun estando en medio de 20 camareras, pasaban a nuestro lado y no nos veían así que después de seguir a una un buen rato, le paré. En este punto la cosa estaba tomando tintes absurdos, parecía una de las persecuciones de Benny Hill (ahora imagino la escena a cámara rápida y con esa cancioncilla XD). Le dije que podíamos esperar a que una mesa quedara libre y le pregunté que cuánto creía que tendríamos que esperar. Dijo que “Pfffffffffff”…yo que sé, entre 5 minutos y 1 hora. –  Vale ¿Y en dos mesas de dos? -Pffffffffffff! Sí, podéis. Y se piró (supongo que diciendo Pffffffffff!!!). En fin, entiendo que con mucho trabajo estuvieran agobiadas pero no fueron nada simpáticas, al menos con nosotros. Así que nos fuimos a otro lado.

¿Filete ruso o hamburguesas?

Zona Rosenthaler Platz, límite de Mitte y Prenzlauer Berg

Así pues, derrotados por las chicas “pfffff” volvimos a nuestra zona favorita: Rosenthaler. Hoy tocaba buscar otro sitio y los íbamos agotando poco a poco. Nos llamó la atención un lugar, pirulinenun restaurante ruso al que nunca llegamos a ir, el Gorki Park, que queda pendiente para otra vez ya que tenía muy buen aspecto. La comida no era tan barata como en otros sitios, pero los menús del día sí lo son (6,90€!). El caso es que no estábamos para homenajes, más bien hambrientos rabiosos. Y como habíamos pasado por el Rosenburguer varias veces y siempre estaba lleno…Allá fuimos! Servía menús con diferentes hamburguesas, bebida grande y patatas por 7-10€. La verdad es que las hamburguesas estaban muy ricas (pedimos las más normalitas con bacon y queso, pero había muchos tipos diferentes incluídas hamburguesas vegetarianas), el ambiente era agradable y las cervezas (que uno mismo puede coger de una nevera) estaban buenas. Otro día más, otro acierto más 🙂

Come Lola come: Berlín (II)

Primer día en Berlín. Era domingo, y los domingos son día de mercadillo. Nosotros además estábamos a tiro de piedra de Mauerpark, que es uno de los clásicos y que tiene un poco de todo: muebles, ropa de segunda mano, ropa diseñada por gente joven (desde faldas y vestidos hasta bolsos y ropa de bebés), máscaras de gas y gorros rusos e incluso un hombre que, con latas de anchoas y velas hacía unos barquitos (pot-pot boats) que ponía a navegar en una vieja maleta llena de agua (su funcionamiento se explica muy bien en esta página). Curioso.

Bonanza Coffee Heroes y remolinos de amapola

Prenzlauer Berg

bonanzaBueno, lo primero es lo primero y había que desayunar, así que tratamos de encontrar una cafetería de la que nos habían hablado, el Bonanza Coffe Heroes, que estaba muy cerca de allí. Nos perdimos varias veces y, como vino siendo habitual durante esa semana, al final y después de dar mil vueltas resultó que estaba al lado del punto de partida. cafeterasLo primero que nos llamó la atención fue que NO HABÍA NADA DE COMER, sólo máquinas de café de diferentes tipos, una jarra de agua en una esquina y bolsas llenas de…¿café?. Bueno, pedimos cuatro cappuccinos y, en el laaaargoo rato que tardó en preparar esos cafés, curioseamos por la tienda. Las máquinas eran realmente interesantes, antiguas tostadoras o sistemas extraños, y las supuestas bolsas de café eran en realidad las cerezas del café, “cáscara” como le llamaban, que se aprovechaban para hacer unas infusiones clasificadas por los distintos orígenes. Los cafés fueron llegando de uno en uno, muy elegantemente servidos y muy bonitos (más tarde he descubierto que lo dibujos en la espuma no son simplemente chorraditas sino algo mucho más elaborado, el arte del latte o del café con leche, y eso explica que tardara tanto), pero nos dejaron un poco “tristes” sin un bollito que untar en ellos. El lugar es acogedor y el café está muy rico, pero es para otro momento, un café después de comer o a media mañana o tarde, un café tranquilo y sin gula. Así pues, nos fuimos a por un segundo café con bollo a un lugar cercano para llevárnoslo al mercadillo. Por cierto que los cafés ardían, así que hubo quien los metió en la nieve (que en esta ocasión nos vino bastante bien) para enfriarlos. Yo pedí un bollo que parecía de chocolate con glaseado, se llamaba monhstrudel, que se traduciría como “remolino de amapola” (otro clásico es el monhkuchen, pastel de amapola). coffeePodían ser semillas de amapola por el aspecto, pero el sabor no era ese en absoluto. Más bien se parecía al algarrobo aunque viendo que las recetas llevan miel (o incluso chocolate) no es de extrañar. La verdad es que estaba muy bueno y no empalagaba mucho puesto que el bollo era bastante neutro. Nos paseamos por Mauerpark con nuestros cafés calentitos y nuestros bollos deliciosos, y yo, lejos de comprarme ninguna curiosidad me tuve que hacer con: (A) Calcetines, que me había dejado así que aproveché para comprar unos bien abrigados y (B) Medias térmicas, para ponerme debajo de los pantalones porque estaba entrando en hipotermia. OJO. Las prisas no son buenas, compré mis fastuosas medias térmicas y cuatro puestos más allá las vendían a mitad de precio. NO APRESURARSE ANSIOSOS DEL SHOPPING. Total, salí bien equipada para escalar el Everest y bien timada.

Currywurst im Mauerpark

Prenzlauer Berg, mercadillo dominical

currymarxNuestro primer currywurst en Berlín lo tomamos en una terraza dentro del mercadillo, al lado de otro que vendía arenques asados y salchichas a la plancha. No parecía el mejor lugar, pero la verdad es que estaba riquísimo. Además, pedimos una ración enorme de patatas fritas con aspecto de caseras, y todo esto al solete (y por cierto, bajo la atenta mirada de Marx) fue un perfecto hamaiketako (almuerzo “de las 11”). tiendaretroPara no apalancarnos, nos levantamos y nos fuimos a pasear por Prenzlauer Berg, antiguo barrio obrero relativamente poco castigado por los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial y que ahora se describe como “la aldea bohemia”. Encontramos tiendas que podríamos llamar “DDR-vintage” (y que eran prácticamente museos) y nos acercamos hasta la iglesia de Sión, que en otra época alojó a un cura disidente que murió en un campo de concentración. kissTambién pasamos por la panadería Hacker, que al parecer conservaba la esencia de la RDA pero que resultó estar cerrada. Y como este barrio estaba muy muerto nos acercamos hasta la East Side Gallery a ver uno de los besos más famosos de la ciudad. A pesar de estar lleno de gente y ser imposible de fotografiar sin nadie delante, Breznev y Honecker siguen morreándose desvergonzadamente. Más tarde, cruzamos el río por el Oberbaumbrücke, antiguo punto fronterizo entre el Este y el Oeste y uno de los puentes más bonitos de Berlín, hacia el barrio turco, Kreuzberg.

Pasta. Acercándonos al “mediterráneo”

Kreuzberg

Al otro lado, en el barrio más mediterráneo de Berlín, acabamos comiendo en un restaurante de la calle Falckensteinstraße en el que ponía en letras enormes PASTA (aunque no sé si realmente se llamaba así). Como su propio nombre indicaba, servía spaghetti, fusilli (espirales) o penne (macarrones) con diferentes salsas. En este pequeño local decorado con sencillez (mención especial merece el baño, una habitación intrigante, y el hecho de que tienen fotos de la comida, otra vez) donde uno está agusto y tranquilo, pedimos spaghetti con verduritas y mozarella, y fusilli con verduras y carne picada. Los platos eran enormes, no era nada caro y la verdad es que estaba todo delicioso. Nada estridente, sólo pasta bien hecha y acompañamientos frescos y ricos. oberbaumbruckeLo que no estaba nada rico era la bebida de moda, Bionade, que en realidad no engaña a nadie: no sabe a nada como su nombre indica, Bio-nada. Cogimos dos sabores para probar, Ingwer-Orange y Holunder, o sea, jenjibre-naranja y “anciano” (sea lo que sea eso), y lo mismo podrían haber sido de agua de borrajas porque no tenían apenas sabor ni sabían a nada identificable. Seguimos andando después de una buena sobremesa (la gente allí come y se va, en el tiempo que estuvimos fueron y vinieron tres tandas de personas), y llegamos a Friedrichstain, el barrio alternativo. Allí pasamos por Rigaerstrasse y sus casas okupas y buscando algo del sol acabamos en el Raw Tempel, un antiguo complejo de naves industriales que aparentemente albergan talleres, galerías, salas de conciertos, un cine al aire libre, una cafetería, una tienda de bebidas…y un bar al lado de una enorme pista de skate, en el que nos metimos para tomar una cerveza y entrar en calor. Estaba lleno de chavalitos y sus madres, que llenaban los asientos con las tablas y chaquetas de sus hijos así que estaba complicado sentarse. Entraban y salían adolescentes y niños, y hubiera sido interesante si dejaran pasar a la pista para echar un vistazo, pero había que pagar. En fin, entramos en calor, que era el objetivo, con unas cervezas (en botellín, no había cañas).

Fam Dang y Thai Ha: el ying y el yang

Zona Rosenthaler Platz, límite de Mitte y Prenzlauer Berg

ayuntarojoUn poco más tarde pasamos por Alexander Platz y el ayuntamiento rojo (que no es rojo en un sentido figurado, ya era de color rojo antes de ser el ayuntamiento del Berlín soviético) y al no ver ningún lugar apetecible para tomarnos otra cerveza nos acercamos a la zona de Rosenthaler que nos quedaba más cerca de casa. Al principio entramos en Fam Dang, un restaurante vietnamita que tiene al menos dos establecimientos en Berlín. Lo cierto es que no llegamos a probar la comida. Era aun pronto para cenar y lo que queríamos era beber algo antes. Vimos que dentro había gente bebiendo cerveza y té, sin comer, así que entramos. La camarera no sabía bien inglés, pero nos hicimos entender de sobra para pedir cervezas. Pedimos dos de medio litro para compartir entre cuatro, cosa que ya habíamos hecho antes porque esas cervezas sólo las venden en formato 50 cl, y una cada uno era una burrada. La chica empezó a hacer gestos y ruidos raros, nos puso mala cara y se fue refunfuñando. Luego vino otra que nos dijo que qué queríamos, le explicamos de nuevo, y nos dijo que ok. “¿Y de comer?” Aun nada, gracias. “Si no coméis no podéis estar aquí, podeis ir al bar de al lado. Adios. Gracias”. Así que no sé cómo sería la comida pero las chicas muy desagradables. Lástima, tenía buena pinta y la página web promete.

Enfadados nos fuimos a un bar cercano donde no había nadie y donde nos pusieron las mismas cervezas para compartir, sin problemas y más baratas. Es más, según la carta era la “Happy Hour” y teníamos Gin Tonic a 3.5 €…Precio diputado… En fin, porque no nos apetecía, que si no…Después buscamos un lugar para cenar. Como teníamos ganas de algo asiático y el Fam Dang nos había dejado con las ganas, encontramos cerca el Thai-Ha, un pequeño local de comida tailandesa para llevar, normalito. Perfecto, así esa noche cenábamos en casa tranquilamente. Bueno, en realidad tienen 3 o 4 mesas en el local, pero es pequeñito y suele llenarse, aunque no apetece mucho quedarse porque el sitio es un poco sucio y no muy bonito, con fotos de los platos (como no). Nos hizo gracia que en el cartel pusiera “100% glutamato free”, cuando la cocina asiática y el glutamato son los máximos exponentes del umami, por lo que parecen ir unidos. Pedimos una de las especialidades, Cari Xanh (curry verde) con pollo crujiente y pato crujiente. Estaba muy rico, pero picante a rabiar. También unos noodles con pollo y salsa de cacahuete (creo que era Phó Tron) que estaba aun más rico de sabor, pero los noodles no estaban para echar cohetes en cuanto a textura porque se quedaron pegados y apelmazados. Lo que está claro es que te tiene que gustar la comida picante, porque pica y ¡mucho! Menos mal que compramos un montón de cerveza…Total, 23 € entre 4 personas, comida abundante. A comentar: normalmente con una cena como esta, copiosa y picante, solíamos pasar mala noche pero sorprendentemente dormimos muy bien y nos despertamos con el estómago ready-to-go (de nuevo).

Come Lola come: Berlín (I)

La meca del currywurst. Un poco de historia…

currywurst3Quien piensa en Berlín, piensa en currywurst. Bien es cierto que la gastronomía alemana tradicionalmente se relaciona con codillo o schnitzel (escalope vienés) acompañados de sauerkraut (col fermentada ácida) y regados con rica cerveza alemana, pero la comida de supervivencia más extendida, el representante de la gastronomía “al trote” popular, es el currywurst. Calles y calles salpicadas de puestillos (imbiss), haciendo la competencia a kebabs y burguers, hacen de este aperitivo un icono de la gastronomía berlinesa. De hecho, es en esta ciudad donde existe un museo dedicado a la famosa salchicha cortada en rodajas con salsa de tomate y curry. Y si bien el plato es famoso en toda Alemania (se cree que al año se sirven 800 millones de currywurst en todo el país germano), en Berlín lo es más aun porque aquí es donde, al parecer, se inventó. Y digo al parecer porque hay cierta controversia. La versión más extendida de la leyenda es que una mujer llamada Herta Heuwer, haciendo uso de varios ingredientes que obtuvo de los soldados ingleses (ketchup, curry y salsa worcestershire) y junto a otras especias, inventó una salsa que luego vertió sobre unas salchichas asadas. Empezó a vender entonces este barato aperitivo en su puesto de Charlottensburg. Esto ocurrió en 1949, y en 1951, cuando su plato se había convertido en un must para los obreros que reconstruían Berlín tras la segunda guerra mundial (al parecer vendían 10000 raciones semanalmente), Herta patentó su salsa mágica a la que llamó “Chillup“. La segunda versión de la invención del currywurst habla de la señora Lena Brücker, una mujer que ya en 1947 (y en Hamburgo), habría creado una salchicha con curry. Esta versión de la historia apareció en 1993 de la mano de Uwe Timm, en un libro llamado  El descubrimiento del la salchicha al curry. Y es que este escritor alemán comentaba que él ya comía currywurst en su Hamburgo natal en el puesto de la señora Brücker, allá por el año 1947, dos antes de que la señora Heuwer lo inventara en Berlín. En cualquier caso, ambas tienen una placa conmemorativa en sus respectivas ciudades.

RECETA: curryburriwurst

Comida buena y barata en letras de neón

berlinpostal

Cerveza, currywurst, codillo, pasteles, bibimbap, pretzel… Al ponerse uno a preparar el viaje a Berlín, además de buscar rutas para patear y señalar lugares que no hay que perderse, es imposible no toparse con posts y recomendaciones sobre gastronomía, comentando las deidades de una comida apetecible y económicamente muy accesible, que hacen que cualquiera se pase el día imaginando lo que va a comer cuando esté allí…Parece que vayas a donde vayas comerás bien casi seguro, y además, barato. Y la vuelta puede convertirse, claro, en varios kilos extra materializados en una protuberancia con vida propia en el abdomen (a la mía le puse nombre), así que merece la pena comentar un par de cosas importantes a tener en cuenta en Berlín. Una, que es muy fácil acabar haciendo no cinco sino siete comidas, a cualquier hora, debido a la tremenda oferta que hay por todos lados (puestillos callejeros o restaurantes que esconden alguna comida tentadora). La segunda, que las raciones en Alemania, en general, son grandes. Perdón, ENORMES.

Por cierto, el mejor lugar para comer puede que no sea el sitio con más encanto ni más bonito…

Salchichas y cerveza a 25.000 pies

Qué mejor manera de empezar una bacanal que con especialidades típicas para tranquilizar a los ansiosos mientras vuelan a su destino. La verdad es que, acostumbrada a compañías aéreas en las que te despiertas en medio de la tómbola de las barracas con un azafato agitando cuatro tarjetas de rasca y gana en tu cara, el almuerzo de Lufthansa supuso un cambio considerable. warsteinerNos dieron cerveza en botella (si, no dejan meter navajas pero sí beber en botellas de vidrio) de 330 ml y una salchicha con salsa de mostaza envuelta en su panecillo (hot snack special). En el segundo avión al que tuvimos que subir, creímos (ilusos) que nos servirían otra salchicha pero no tuvimos tanta suerte y nos pusieron cerveza y galletas saladas con sésamo en forma de pececitos.

Al bajar del avión de temperatura tropical nos dimos de morros con el más que gélido aeropuerto de Tegel, que nos daba la bienvenida a -12ºC. Aunque nuestro primer puestillo de currywurst estaba a escasos 10 m de donde esperábamos al autobús que nos llevaría hasta Berlín, no probamos entonces la exquisitez autóctona puesto que teníamos pies y manos congelados y la mente entumecida. “¡Joder, qué frío!“. De hecho, el invierno más frío y largo de los últimos 60 años, y el marzo más helador también, como supimos más tarde.

Cuatro hambrientos pasajeros que en todo el día habían comido una salchicha, dos cervezas y unos pececitos con sésamo. Una vez dejamos las cosas en el apartamento (que alquilamos en Airbnb, un formato en el que alquilas la casa a gente de allí con una amplia gama de precios, lo que hace de la estancia algo mucho menos impersonal), nos fuimos hacia una zona con bastantes restaurantes y acabámos entrando al que ofrecía más variedad pero que no tenía un aspecto muy tentador. Eso creíamos…

Sorprendente Rosenthaler

Zona Rosenthaler Platz, límite de Mitte y Prenzlauer Berg

rosenthaler

Este restaurante a primera vista, siendo un local bastante grande con fotos de los platos (una de las reglas de oro a la hora de elegir un sitio para comer es que si tienen fotos de la comida, malo) visibles desde fuera, el cartel luminoso enorme, el toldo y un menú que incluía un poco de todo (pasta, pizza, kebabs, durums, pollos asados, ensaladas…) desde luego parecía que iba a ser una mala elección, pero cuando el hambre aprieta… Resultó que dentro era bastante acogedor, con una barra grande y decoración similar a la de un restaurante italiano clásico mezclado con motivos ochenteros que no pegaban nada, pero curiosamente no se estaba nada mal. Pedimos dos durum, uno normal y otro con salsa picante, una pizza de pollo y una pizza Calzone. Y dos cervezas de medio litro, todo para compartir entre cuatro. Los durum medían 30 cm de largo y tenían un grosor de unos 10 cm. GIGANTES. Y estaban atómicos. La pizza de pollo tenía, efectivamente, trozos de pollo marinado y rúcula por encima, haciendo que fuera sabrosa y fresca a la vez. Por último, la inmensa pizza Calzone tenía una pinta de muerte (como una empanadilla gigante decorada con un borde trenzado) así que no pudimos dejar de probarla a pesar de la llenura, y como estaba francamente buena, la terminamos . Es decir, que nos pusimos chatos.calzone

De postre té turco, que en realidad era un té que llevaba al menos dos días macerando en agua, fuerte y amargo, y al que añadimos tranquilamente 5 cucharadas de azúcar para compensar. En fin, vino bien para “bajar” la comilona. Total, la cena nos salió a 5 euros por barba, y teniendo en cuenta que además la comida estaba muy rica y los camareros eran muy simpáticos, es un lugar recomendable si se pasa por la zona.

Para la primera noche habíamos hecho una buena “inauguración” del barrio y aun nos quedaban muchos días por delante…

Curryburriwurst

Currywurst “a la mexicana”

En vísperas de nuestro viaje a Berlín, después de haber visto la palabra “currywurst” unas 700 veces, nuestra nevera nos hizo señales para preparar la susodicha receta. Hombre, algo “tuneada”. Teníamos que gastar lo que quedaba en casa, y casualidad, en la nevera había salchichas y pimientos… en el cajón cebollas… en el armario una lata de tomate triturado y tortas de trigo para fajitas…tenía toda la pinta de que iba a ser comida de fusión.

curryburriwurst2La receta en realidad consta de una salsa de tomate casera, salchichas y fajitas, no tiene más. Eso sí, para simplificarla uno puede sustituir la salsa por tomate frito o ketchup, pero el tomate casero siempre está más rico. Lo cierto es que el currywurst auténtico lleva más bien una combinación de tomate frito con diferentes especias, así que la salsa que cada uno añada puede ser una labor empírica de mezclas de ingredientes… cada cual que elija. Eso sí, la única complicación de esta receta es la salsa, el resto se hace solo (casi).

Ingredientes (cuatro burritos)

Salsa de tomate casera

  • 390 g de tomate triturado (una lata pequeña)
  • Media cebolla (o una pequeña)
  • Medio pimiento verde (o uno pequeño)
  • Aceite de oliva virgen (también hará falta para freir las salchichas)
  • Sal
  • Azúcar

Resto de ingredientes

  • 4 salchichas grandes (u 8 pequeñas)
  • 4 fajitas
  • Curry en polvo

Preparación

Se cortan la cebolla y el pimiento en trozos pequeños y se ponen a pochar en una sartén con 2 cucharadas de aceite, puesta a calentar previamente (no dejar que el aceite humee, eso significa que se está quemando y es cuando se produce acroleína -ver Cómo freir un alimento). Primero saltear un par de minutos a fuego fuerte y después dejar a fuego medio hasta que la cebolla y el pimiento estén tiernos. Una vez pochados, se añade el tomate triturado y un poco de agua (se pueden añadir unos 50-75 ml, es decir, un chorro que puede servir para limpiar lo que queda en la lata y así “enriquecemos” ese agua añadida), se sala al gusto y se añade azúcar para compensar la acidez. La cantidad puede variar, lo mejor es ir añadiendo e ir probando, pero una cucharadita suele bastar. Se deja la mezcla a fuego suave-medio durante 5 minutos.

Mientras, se pueden ir friendo las salchichas enteras (con una cucharadita de aceite basta) hasta que estén doraditas. Se reservan.

A los 5 minutos (aprox) se pasa la mezcla al vaso de la batidora y se bate, eligiendo la consistencia (fina o grumosa, mejor si tiene trocitos de verdura) deseada. Se reserva la salsa (la cantidad que se añada a los burritos variará según el gusto de cada cual, pero seguramente sobre).

Por último, usando una sartén de diámetro similar al de las fajitas, se tuestan las tortas que previamente habremos humedecido con un poquito de agua (nota: no hay que sumergirlas en agua ni ponerlas bajo el chorro del grifo, tan sólo untar con unas gotas con la mano para que queden tiernas y no secuchas).

Montaje

Se toman las fajitas y se coloca una salchicha en cada una (2 si son pequeñas). También se pueden cortar en rodajas para que sea más similar al currywurst, pero el no cortarlas facilita el doblado y manipulación de la fajita. Se vierte salsa de tomate por encima al gusto y se espolvorea de curry (también al gusto) por encima. Se dobla la fajita para hacer paquetitos y listo, a comer!!

Wunderbar wei!