Come Lola come: Berlín (VII)

Pan y agua

Oranienburg, Sachsenhausen

sachsenhausen

El sexto (y último) día lo íbamos a dedicar, al menos en su mayoría, a una cosa: ir al campo de concentración de Sachsenhausen. Si ver la exposición de Topographie des Terrors el día anterior nos había puesto los pelos de punta esto fue mucho más intenso, pero merece la pena visitarlo. ¡IMPORTANTE! No hay ningún lugar para comer allí y la visita es larga, por lo que se recomienda llevar comida (tipo bocata para comer sobre la marcha).

arbeitEn Vive Berlín (cooperativa formada por diferentes personas especializadas en historia, política, arquitectura, etc) el tour lo ofertan gratis (salvo 1 € que paga todo el mundo que entra para la fundación que mantiene y cuida el campo), aunque en realidad es como un free tour y al final te comentan que les puedes dar lo que te parezca conveniente. Lo cierto es que lleva 6 horas y lo hacen realmente bien, explicando todo perfectamente y de manera amena. Nuestra guía, Carmen, desde luego fue estupenda.

Se llega en metro con los guías y normalmente hay autobuses que te acercan desde la parada, aunque ese día no había servicio de autobuses por lo que nos tocó ir dando un paseo. sachsenhausen_mapaMientras vas llegando, ya te comentan que la conformación del campo es especial, puesto que tenía una estructura que permitía a los vigilantes de la torre A (zona del semicírculo) vigilar desde allí todo el campo perfectamente. Cuando se llega a la zona de acceso, diferentes paneles informativos explican esa conformación, y,baños una vez la ves dibujada, comprendes lo difícil que era intentar escapar de ese lugar. En los alrededores pasas por una serie de edificios que pertenecian a los guardias. Allí era donde vivían y, curiosamente, entre los edificios había un casino para poder olvidar TODO lo que habían hecho durante el día… Ya explican que, si algo tenían bien estudiado y medido los altos mandos, era la manera de no sentirse culpables y de hacer sentir al ejecutor de sus órdenes la menor culpabilidad posible: ellos lo ordenaban pero no lo hacían y al que lo hacía se lo habían ordenado y no tenía más remedio. Y, si se sentían mal, les quedaba el casino para olvidar…

A lo largo de la visita se van viendo la Torre A (puerta de entrada al campo), la Appellplatz (patio de revista), el barracón 38 (uno de los dos que quedan en pie), la prisión de la Gestapo (la prisión donde iban los prisioneros especiales), el museo de la cocina (con instrumentos, fotografías y ropa), la estación Z (unidad de exterminio del campo), la morgue y la sala de autopsias. pijama 2Además, van explicando toda la historia del lugar mientras caminas por los diferentes lugares o miras mobiliario, ropa y diferentes objetos. Por supuesto, muchas de las historias son escalofriantes pero no son esas las que voy a contar aquí. En el museo de la cocina, por ejemplo, están los “pijamas de rayas” y se pueden ver los triángulos de diferentes colores que se cosían a él sirviéndoles como modelo de identificación (demencial). En líneas muy generales eran: rojo (prisioneros políticos), amarillo (judios), verde (criminales comunes), morado (testigos Jehová), negro (grupos “asociales”, como los llamaban ellos, desde sin techos o inadaptados a mujeres homosexuales o anarquistas), rosa (hombres homosexuales), marrón (gitanos, pero esto ya al final) y azul (emigrantes). Por otro lado, la alimentación de los prisioneros era prácticamente inexistente: después de trabajar duramente todo el día (para grandes empresas y multinacionales de la zona, que obtenían trabajadores gratuitos de los campos de concentración y que aun siguen estando por alli cerca), a menudo recibían un par de comidas, normalmente un desayuno que consistía en un pequeño trozo de pan y un poco de agua y una cena a base de sopa. Con suerte, en la sopa caía una legumbre o algun trozo de carne. Al parecer, si estaban ligeramente enfermos se les daba algo más de comida para que se repusieran, a fin de no perder trabajadores. Eso sí, si estabas grave o ya eras mayor no corrías esa suerte.

Por su parte, en el pabellón de la Gestapo (un lugar separado de la zona de pabellones pero no aislada, y lo suficientemente cercana para oir lo que pasaba dentro), cuentan la interesante historia de Martin Niemöller, que estuvo allí apresado. Si bien el nombre no me dijo nada, nos comentaron que era el autor del poema: alambrada“Cuando los nazis fueron a por los comunistas, yo no hice nada porque no era comunista. (…) Y cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie para protestar.” Se atribuye erróneamente a Brecht, pero es suyo. Al principio este cura era amigo de Hitler y le  apoyó, pero más tarde (recapacitó y) se le opuso: “Martin Niemöller was a German pastor and theologian born in Lippstadt, Germany, in 1892. Niemöller was an anti-communist and supported Hitler’s rise to power at first. But when Hitler insisted on the supremacy of the state over religion, Niemöller became disillusioned. He became the leader of a group of German clergymen opposed to Hitler”. Salió con vida de Sachsenhausen.

He encontrado este blog, donde hay mucha información sobre todo el campo.

Entrando en calor

Mitte, cerca de Prenzlauer Berg

volksbühneCuando volvimos a Berlín teníamos el cuerpo y la mente helados. Quedamos en la Plaza de Rosa Luxenburgo (no muy lejos de casa), que tenía un enorme edificio en medio y una rueda con pies en el jardín. tobeornottobeEntramos dentro, cogimos papeles, pero nos fuimos sin saber qué era aquello. Después lo he descubierto: un teatro. [The Volksbühne  was built during 1913 and 1914 and designed by Oskar Kaufmann and sculpted by Franz Metzner.wasersturmThis organization tries to promote social-realist plays at an affordable price for the common worker]. Salimos y nos dirigimos a una cafetería que había allí al lado, To be or not to be. Café caliente, rico, decorado con aquel arte del latte… Mmmm! Ah! El brownie de chocolate tenía una pinta… gagarin 3Se supone que es un lugar de reunión de periodistas, artistas, políticos y actores, por estar entre el cine Babilonia, la editorial de Berlín y la Karl-Liebknecht-Haus (sede de Die-Linke, la izquierda). Salimos de allí y anduvimos un buen rato hacia Prenzlauer Berg hasta que pasamos por la Wassersturm, la “torre del agua”, que estaba en medio de un parque. La rodeamos, y, de repente, nos topamos de morros con el bar Gagarin (cuyos brunchs a 10 € son muy famosos por abundantes y ricos, pero no era la hora). En fin, tomamos cerveza Gagarin, claro, que era suave y rica. Las vistas a la torre, el ambiente retro, los sofás y la ligera iluminación hacían que fuera un sitio muy acogedor.

La última cena

Prenzlauer Berg

metzer eckPara cenar, y como despedida, fuimos a otro restaurante típico alemán, el Metzer Eck. Sólo puedo decir que, aun siendo un restaurante alemán, con inmensas raciones y acostumbrados a gente que come mucho, sorprendimos a las camareras: después de pedir cada uno un plato más una ensalada para todos, pedimos otro más para compartir entre dos y la camarera nos preguntó, entre asustada y divertida, si de verdad queríamos comer más (no sabía con quién se había topado). Pedimos una ensalada de atun, hamburguesa, dos escalopes, dos currywurst y pastel de manzana. Además, cervezas Krusovice checas muy ricas. Ningún plato en el menú pasa de los 10 € y está todo realmente bueno.

Al día siguiente, tras dar un paseo, ver el Tiergarten y pasar por una manifestación cerca del Reichstag, fuimos al aeropuerto para coger el avión de vuelta. Esta vez no nos dieron salchichas pero la cerveza no nos la quitó nadie. Auf Wiedersehen Berlín!

La imagen de la estructura del campo es de Helena Araújo bajo licencia CC BY-NC-ND 3.0

Come Lola come: Berlín (VI)

Sta si, sta no

De aquí a allá, de Mitte a más allá de Friedrichshain

La resaca italiana del día anterior o, quizás, el lío de lugares parecidos hizo que el siguiente día nos hiciéramos la ruta de la Stasi casi al completo. Tras ver el museo de la RDA, nosotros queríamos encontrar lo que había sobre la Stasi (todo el tema del espionaje, etc). No sabíamos si visitar la exposición sobre la Stasi, el museo de la Stasi o la prisión de la Stasi (pero no todos), el caso es que nos fuimos hacia la exposición, que quedaba cerca del Checkpoint Charlie y la Topographie des Terrors (que queríamos ver también). Se llamaba STASI. Die Ausstellung zur DDR-Staatssicherheit (STASI. La exposición sobre la seguridad estatal en la RDA). Lo bueno es que esta pequeña exposición es gratuita (salvo que se cojan audioguías, que cuestan unos 5 €) y abre de 10:00 a 18:00. Lo malo, que mucha información sólo está en alemán y que no es más que una pequeña muestra. Aquí se explican las actividades de la Stasi y se comentan casos de disidentes y qué fue de ellos (bastante light en comparación con lo que se puede ver en el vecino Topografía del Terror, al que fuimos al salir de aquí y que comento más adelante).

stasi entradaComo la exposición se quedaba muy corta, por la tarde salimos hacia el este en busca del museo de la Stasi, que estaba muy, muy, muy al este. Según se avanza por la Karl-Marx Allee se va notando como las construcciones cambian, y cuando se llega a una zona con múltiples casas abandonadas y bastante dejada, se llega al edificio que albergó la sede central de la Stasi. Ruschestraße número 103. stasi conoAllí se accede a un patio entre edificios donde aparentemente no hay nada excepcional. De hecho no está señalizado una vez dentro, sólo en la entrada al patio. Se paga (5 €) en lo que en su momento sería la “recepción” y se sube las escaleras (los ascensores ya no funcionan pero están abiertos y son dignos de ver). Hay varios pisos para visitar, pasando por diferentes habitaciones con objestasi recortablestos de la vida diaria, de fotos, vestimenta, objetos prohibidos, carnets de miembro de la SED, carteles de la época, etc y luego hay zonas con objetos de espionaje (cámaras tras los botones por ejemplo) y salas conservadas tal cual, de reuniones, descanso u oficinas. Sacamos muchas fotos aparte de las más típicas, y, como siempre, son los objetos del día a día los que más me llaman la atención (como el cono de chuches y regalos que se daba a los niños el primer día de colegio o los muñecos recortables de obreros y soldados en vez de las típicas muñecas). El lugar es muy interesante y hay muchas cosas que complementan el museo de la RDA. Esto sí que estaba bien, aunque se comenta que ir a la prisión ya es la guinda.

Tres cabezas

Friedrichshain

tres cabezasEntre la exposición y el museo había que comer, y lo hicimos en una local de camino al este que, como muchos otros, ofrece una carta con pizzas, hamburguesas, ensaladas, etc reguleros pero muy baratos: tres cabezas2una pizza 3 € (WOW). Salimos y muy cerca encontramos un lugar interesante para tomar café: Tres cabezas. La dueña es española, tienen tartas con una pinta estupenda (lástima que ya estuviéramos llenos) y el sitio es muy bonito y cálido. El café está realmente bueno, así que compramos un paquete de 100 gr para llevarnos (vendían allí mismo): arábica 100% ecológica de Perú y de comercio justo :).

Terror

Topographie des Terrors

En la Topographie des Terrors estuvimos un buen rato tras ver la exposición. comejudíosEste centro de documentación de entrada libre y gratuita está situado donde antes se encontraba el cuartel general de las SS y la Gestapo. La exposición fotográfica es grande, impactante y realmente dramática. La verdad es que pone los pelos de punta. Muestra toda la “actividad” de las SS y la Gestapo, además de recoger muestras de lo que fue el régimen y todo lo que se podía ver en aquellos días. Un ejemplo es esta foto, en la que se muestra un invento al que llamaban Jundenfresser (“el comejudíos”) y que debía de ser una versión antisemita del gargantúa (el gigante de las historias de Rabelais, pero que en el Pais Vasco se convirtió en un muñeco vestido de casero con un tobogán dentro, por lo que los niños entran por su boca y salen por su trasero). Además hay abundantes fotos de Himler y su séquito (ese tipo da escalofríos hasta en papel) e imágenes de los campos de concentración. Triste. Hay que verlo, aunque impresiona.

El joven zapatero

Prenzlauer Berg

Parece un cuento, pero no lo es. El Schusterjungen (joven zapatero) es en realidad un restaurante típico alemán que nuestro amigo de allí nos recomendó. Y vaya recomendación. Ya teníamos ganas de comer comida alemana y menudo estreno. Habíamos oído que la camarera era borde, pero nada más lejos de la realidad. Una encantadora señora nos sentó en la única mesa que quedaba libre en la zona de la barra. Tomamos hamburguesa berlinesa, codillo, escalope y bratwurst además de cuatro cervezas y nos salió a unos 10 € por cabeza. Estaba todo muy rico, las raciones eran abundantes y el lugar, que era muy popular, un poquito oscuro quizás pero no ruidoso, hizo que cenáramos muy agusto.

Collage2

Come Lola come: Berlín (V)

Puede que acabáramos el tercer día empachados, pero nuestra gula es infinita. Y qué mejor forma de demostarlo que empezando el cuarto día con un desayuno de los que hacen historia.

Breakfast at Jooseppi´s

Brunnenstrasse, zona límite Mitte y Prenzlauer Berg

joosepiYa teníamos ganas de ir a Raja Jooseppi, un restaurante en nuestra calle del cual sólo se veía un pequeño cristal y la puerta y que, por las noches, se veía medio iluminado con velitas. Tenía un aspecto de lo más acogedor. Además, habíamos mirado la carta y todo parecía delicioso. Por cierto, con ese nombre pensámos en un principio que sería hindú, pero en cuanto vimos la carta quedó claro que no: eran platos elaborados de nueva cocina. Como al final el día anterior no cenamos allí porque no era momento de comer tanto, decidimos que desayunaríamos en Raja Jooseppi. Además, habíamos visto un cartel con una oferta interesante en la puerta. Resultó que cuando entramos, ni el local era tan pequeño (se extendía hacia la derecha haciendo una L hacia una habitación grande y luminosa, donde desayunamos), ni era sólo restaurante (también hotel), ni existía la oferta de desayuno que habíamos visto porque era para otro día de la semana. No problem, seguía siendo acogedor y la chica que nos atendió nos dijo que había muchos tipos de desayunos para elegir. Perfecto. Y ciertamente, la carta era infinita: desayunos de diferentes países y tipos ya creados (desayuno inglés, alemás, etc) y además con posibilidad de elaborar uno mismo su propio desayuno utilizando todas las combinaciones habidas y por haber. No nos complicamos y pedimos dos desayunos ingleses para compartir entre 4, con huevos, bacon, salchichas (pequeñitas con hierbas), alubias y tomate a la plancha. Delicioso. El precio rondaba los 7 € por desayuno, pero lo merecía. Luego además pedimos café, nuestro combustible indispensable.

Comida momificada

Neues Museum, Isla de los Museos, Mitte

La_cour_égyptienne_(Neues_Museum,_Berlin)_(6098970799)Tras el desayuno, fuimos al Museo Nuevo (Neues Museum) ya que queríamos aprovechar el pase de transporte “Isla de los Museos” que habíamos cogido. Desgraciadamente, el tenerlo no nos evitó la cola para entrar porque había que pagar un poco más, cosa que no sabíamos. En fin, el museo lo merecía. Todo lo que tiene que ver con Egipto nos gusta mucho por lo que ir allí en concreto nos apetecía bastante, ya que es el museo de prehistoria, historia antigua y Egipto. Al final entre esperar la cola y ver el museo se nos pasó la mañana. Vimos momias, todo tipo de figuritas y cachibaches, estatuas y enterramientos. Lo de los sarcófagos era realmente curioso. En una misma sala había varios sarcófagos egipcios y justo al lado otros enterramientos más rudimentarios, todos con la misma finalidad, sólo que unos eran elaboradísimos, con grabados y un trabajo impresionante y los otros no eran más que piedras colocadas alrededor del fallecido. Y ambos estaban hechos en la misma época. No es por nada pero los egipcios se lo curraban muchísimo más 😉. Luego vimos el famoso busto de Nefertiti (y justo en diciembre del año pasado se cumplían 100 años desde que lo hallaron). También vimos otras representaciones de los bustos de Akhenatón y Nefertiti, con esas cabezas alargadas que tanto han dado que hablar. Después, me pasé un buen rato mirando urnas llenas de anillos, pendientes, collares o especias. Soy de esas personas que se entretienen mirando plantas cuando va al monte o conchas en la playa (reminiscencias de un instinto de recolectora supongo) y además, bisutería y alimentos en los museos de historia. Me gusta pensar en las mujeres que llevaban las joyas y en cómo les quedarían, además de fascinarme lo elaboradas que eran. Y por supuesto, me encanta ver las comidas (momificadas claro), recetas, cacerolas, etc que hay en los museos para imaginarme cómo comían entonces. Había especias, panes,… hace poco había leído que los egipcios tenían incluso vasijas para desuerar el queso. Fantástico.

Happy noodles

Mitte

happynoodles2Bueno, y como la comida momificada no alimenta ni creo que esté muy buena, salimos a la calle a buscar un lugar para comer de verdad. Por cierto, fuera había una estatua en la que ponía Humpty Dumpty  y no conseguíamos recordar de qué nos sonaba ese nombre. Al final pedimos ayuda al móvil, que también decía que allí cerca había un restaurante asiático llamado Happy Noodles (con ese nombre nos calló muy bien), tan cerca que por lo visto debíamos estar ya dentro pidiendo la comida pero el caso es que no lo veíamos (esas trampas del teléfono). Estaba a la vuelta de la esquina. Comida rapida que nos entró muy bien y que estaba muy rica y a buen precio. Se podían pedir unas cajas con fideos, pollo y verduras por 2,6-3,6 € pero pedimos menús: uno de pollo crujiente y fideos, pato crujiente y fideos, otro con pollo teriyaki y arroz y el último con pollo en salsa de cacahuete y arroz. Además, el menu incluía sushi o sopa de primero (nosotros cogimos sushi)  y una bebida pequeña. Total, nos salió la comida por 31,60 € (recomiendo ver este gracioso vídeo que he encontrado del lugar y que lo explica todo muy bien, aunque el hombre tiene muchos problemas para comerse los fideos).

Un paseo por el comunismo

Museo RDA y alrededores y hacia Friedrichshain

DDR MuseumComimos y nos fuimos hacia el museo de la RDA que estaba al lado. En él se reproducían desde las casas de la época pasando por los coches, vestuario, televisión, jardines, costumbres, etc. rosaluxenburgTodo interactivo, podias abrir los armarios, mirar los libros e incluso sentarte en el sofá. Yo me entretuve un buen rato en la cocina, la verdad. Estaba muy bien, pero había mucha gente y es difícil intentar que 20 personas manoseen una sola cosa a la vez, además de que el calor humano se notaba demasiado allí y empezamos a achicharrarnos. marxengelsSalimos y visitamos a Marx y Engels un momento, antes de ir hacia Alexander Platz donde habíamos quedado con un amigo que vivía allí. Nos tomamos unas cervezas en un bar con palmeras falsas, donde creerías casi estar en el caribe si no fuera porque veías nieve a través de la ventana y porque los dueños y la camarera eran rusos. Después acompañamos a nuestro amigo, pasando por la estatua de Rosa Luxemburgo y nos dirigimos hacia Friedrichshain.

Pizza punk y pasta ska

Friedrichshain

karlmarxalleefarosAndamos un rato por la Karl-Marx Allee, que con sus dimensiones realmente impresiona, hasta llegar a dos edificios gemelos que son como dos faros. Allí torcimos y empezamos a adentrarnos entre callejuelas. Ya sabíamos que en ese barrio había ambientillo y se notaba porque había mucha gente joven. Nos tomamos algo cerca de Boxhagener Platz, “la Boxi”, en un bar oscuro donde el aire de los cigarros y la luz rojiza llenaban el ambiente. Salimos y no muy lejos vimos un restaurante italiano lleno de gente joven, así que entramos. El lugar se llama Il Ritrovo. Cucina Casalinga Popolare. Resulta que “casalinga” es ama de casa, y la “cucina casalinga” no es otra cosa que cocina casera. Desde luego, el sitio no es para gente remilgada: es un lugar “popolare” como su nombre indica. Ruidoso, está lleno de gente y la estética es mayoritariamente punk y con pintadas en las paredes (vimos algunas de Banda Basotti y Obrint Pas). De hecho, allí se suelen hacer conciertos habitualmente, como luego supimos. Pero eso si, tan “popolare” en el ambiente como en la comida: una pizzas impresionantes, una pasta realmente estupenda (pedimos boloñesa) y postres muy ricos (tiramisú delicioso). Y el vino si bien no era el más fino que habíamos probado desde luego entraba solo, así que nos fuimos contentos a dormir ;).

Foto del Neues Museum de Dalbera bajo licencia CC-BY 2.0

Come Lola come: Berlín (I)

La meca del currywurst. Un poco de historia…

currywurst3Quien piensa en Berlín, piensa en currywurst. Bien es cierto que la gastronomía alemana tradicionalmente se relaciona con codillo o schnitzel (escalope vienés) acompañados de sauerkraut (col fermentada ácida) y regados con rica cerveza alemana, pero la comida de supervivencia más extendida, el representante de la gastronomía “al trote” popular, es el currywurst. Calles y calles salpicadas de puestillos (imbiss), haciendo la competencia a kebabs y burguers, hacen de este aperitivo un icono de la gastronomía berlinesa. De hecho, es en esta ciudad donde existe un museo dedicado a la famosa salchicha cortada en rodajas con salsa de tomate y curry. Y si bien el plato es famoso en toda Alemania (se cree que al año se sirven 800 millones de currywurst en todo el país germano), en Berlín lo es más aun porque aquí es donde, al parecer, se inventó. Y digo al parecer porque hay cierta controversia. La versión más extendida de la leyenda es que una mujer llamada Herta Heuwer, haciendo uso de varios ingredientes que obtuvo de los soldados ingleses (ketchup, curry y salsa worcestershire) y junto a otras especias, inventó una salsa que luego vertió sobre unas salchichas asadas. Empezó a vender entonces este barato aperitivo en su puesto de Charlottensburg. Esto ocurrió en 1949, y en 1951, cuando su plato se había convertido en un must para los obreros que reconstruían Berlín tras la segunda guerra mundial (al parecer vendían 10000 raciones semanalmente), Herta patentó su salsa mágica a la que llamó “Chillup“. La segunda versión de la invención del currywurst habla de la señora Lena Brücker, una mujer que ya en 1947 (y en Hamburgo), habría creado una salchicha con curry. Esta versión de la historia apareció en 1993 de la mano de Uwe Timm, en un libro llamado  El descubrimiento del la salchicha al curry. Y es que este escritor alemán comentaba que él ya comía currywurst en su Hamburgo natal en el puesto de la señora Brücker, allá por el año 1947, dos antes de que la señora Heuwer lo inventara en Berlín. En cualquier caso, ambas tienen una placa conmemorativa en sus respectivas ciudades.

RECETA: curryburriwurst

Comida buena y barata en letras de neón

berlinpostal

Cerveza, currywurst, codillo, pasteles, bibimbap, pretzel… Al ponerse uno a preparar el viaje a Berlín, además de buscar rutas para patear y señalar lugares que no hay que perderse, es imposible no toparse con posts y recomendaciones sobre gastronomía, comentando las deidades de una comida apetecible y económicamente muy accesible, que hacen que cualquiera se pase el día imaginando lo que va a comer cuando esté allí…Parece que vayas a donde vayas comerás bien casi seguro, y además, barato. Y la vuelta puede convertirse, claro, en varios kilos extra materializados en una protuberancia con vida propia en el abdomen (a la mía le puse nombre), así que merece la pena comentar un par de cosas importantes a tener en cuenta en Berlín. Una, que es muy fácil acabar haciendo no cinco sino siete comidas, a cualquier hora, debido a la tremenda oferta que hay por todos lados (puestillos callejeros o restaurantes que esconden alguna comida tentadora). La segunda, que las raciones en Alemania, en general, son grandes. Perdón, ENORMES.

Por cierto, el mejor lugar para comer puede que no sea el sitio con más encanto ni más bonito…

Salchichas y cerveza a 25.000 pies

Qué mejor manera de empezar una bacanal que con especialidades típicas para tranquilizar a los ansiosos mientras vuelan a su destino. La verdad es que, acostumbrada a compañías aéreas en las que te despiertas en medio de la tómbola de las barracas con un azafato agitando cuatro tarjetas de rasca y gana en tu cara, el almuerzo de Lufthansa supuso un cambio considerable. warsteinerNos dieron cerveza en botella (si, no dejan meter navajas pero sí beber en botellas de vidrio) de 330 ml y una salchicha con salsa de mostaza envuelta en su panecillo (hot snack special). En el segundo avión al que tuvimos que subir, creímos (ilusos) que nos servirían otra salchicha pero no tuvimos tanta suerte y nos pusieron cerveza y galletas saladas con sésamo en forma de pececitos.

Al bajar del avión de temperatura tropical nos dimos de morros con el más que gélido aeropuerto de Tegel, que nos daba la bienvenida a -12ºC. Aunque nuestro primer puestillo de currywurst estaba a escasos 10 m de donde esperábamos al autobús que nos llevaría hasta Berlín, no probamos entonces la exquisitez autóctona puesto que teníamos pies y manos congelados y la mente entumecida. “¡Joder, qué frío!“. De hecho, el invierno más frío y largo de los últimos 60 años, y el marzo más helador también, como supimos más tarde.

Cuatro hambrientos pasajeros que en todo el día habían comido una salchicha, dos cervezas y unos pececitos con sésamo. Una vez dejamos las cosas en el apartamento (que alquilamos en Airbnb, un formato en el que alquilas la casa a gente de allí con una amplia gama de precios, lo que hace de la estancia algo mucho menos impersonal), nos fuimos hacia una zona con bastantes restaurantes y acabámos entrando al que ofrecía más variedad pero que no tenía un aspecto muy tentador. Eso creíamos…

Sorprendente Rosenthaler

Zona Rosenthaler Platz, límite de Mitte y Prenzlauer Berg

rosenthaler

Este restaurante a primera vista, siendo un local bastante grande con fotos de los platos (una de las reglas de oro a la hora de elegir un sitio para comer es que si tienen fotos de la comida, malo) visibles desde fuera, el cartel luminoso enorme, el toldo y un menú que incluía un poco de todo (pasta, pizza, kebabs, durums, pollos asados, ensaladas…) desde luego parecía que iba a ser una mala elección, pero cuando el hambre aprieta… Resultó que dentro era bastante acogedor, con una barra grande y decoración similar a la de un restaurante italiano clásico mezclado con motivos ochenteros que no pegaban nada, pero curiosamente no se estaba nada mal. Pedimos dos durum, uno normal y otro con salsa picante, una pizza de pollo y una pizza Calzone. Y dos cervezas de medio litro, todo para compartir entre cuatro. Los durum medían 30 cm de largo y tenían un grosor de unos 10 cm. GIGANTES. Y estaban atómicos. La pizza de pollo tenía, efectivamente, trozos de pollo marinado y rúcula por encima, haciendo que fuera sabrosa y fresca a la vez. Por último, la inmensa pizza Calzone tenía una pinta de muerte (como una empanadilla gigante decorada con un borde trenzado) así que no pudimos dejar de probarla a pesar de la llenura, y como estaba francamente buena, la terminamos . Es decir, que nos pusimos chatos.calzone

De postre té turco, que en realidad era un té que llevaba al menos dos días macerando en agua, fuerte y amargo, y al que añadimos tranquilamente 5 cucharadas de azúcar para compensar. En fin, vino bien para “bajar” la comilona. Total, la cena nos salió a 5 euros por barba, y teniendo en cuenta que además la comida estaba muy rica y los camareros eran muy simpáticos, es un lugar recomendable si se pasa por la zona.

Para la primera noche habíamos hecho una buena “inauguración” del barrio y aun nos quedaban muchos días por delante…

Curryburriwurst

Currywurst “a la mexicana”

En vísperas de nuestro viaje a Berlín, después de haber visto la palabra “currywurst” unas 700 veces, nuestra nevera nos hizo señales para preparar la susodicha receta. Hombre, algo “tuneada”. Teníamos que gastar lo que quedaba en casa, y casualidad, en la nevera había salchichas y pimientos… en el cajón cebollas… en el armario una lata de tomate triturado y tortas de trigo para fajitas…tenía toda la pinta de que iba a ser comida de fusión.

curryburriwurst2La receta en realidad consta de una salsa de tomate casera, salchichas y fajitas, no tiene más. Eso sí, para simplificarla uno puede sustituir la salsa por tomate frito o ketchup, pero el tomate casero siempre está más rico. Lo cierto es que el currywurst auténtico lleva más bien una combinación de tomate frito con diferentes especias, así que la salsa que cada uno añada puede ser una labor empírica de mezclas de ingredientes… cada cual que elija. Eso sí, la única complicación de esta receta es la salsa, el resto se hace solo (casi).

Ingredientes (cuatro burritos)

Salsa de tomate casera

  • 390 g de tomate triturado (una lata pequeña)
  • Media cebolla (o una pequeña)
  • Medio pimiento verde (o uno pequeño)
  • Aceite de oliva virgen (también hará falta para freir las salchichas)
  • Sal
  • Azúcar

Resto de ingredientes

  • 4 salchichas grandes (u 8 pequeñas)
  • 4 fajitas
  • Curry en polvo

Preparación

Se cortan la cebolla y el pimiento en trozos pequeños y se ponen a pochar en una sartén con 2 cucharadas de aceite, puesta a calentar previamente (no dejar que el aceite humee, eso significa que se está quemando y es cuando se produce acroleína -ver Cómo freir un alimento). Primero saltear un par de minutos a fuego fuerte y después dejar a fuego medio hasta que la cebolla y el pimiento estén tiernos. Una vez pochados, se añade el tomate triturado y un poco de agua (se pueden añadir unos 50-75 ml, es decir, un chorro que puede servir para limpiar lo que queda en la lata y así “enriquecemos” ese agua añadida), se sala al gusto y se añade azúcar para compensar la acidez. La cantidad puede variar, lo mejor es ir añadiendo e ir probando, pero una cucharadita suele bastar. Se deja la mezcla a fuego suave-medio durante 5 minutos.

Mientras, se pueden ir friendo las salchichas enteras (con una cucharadita de aceite basta) hasta que estén doraditas. Se reservan.

A los 5 minutos (aprox) se pasa la mezcla al vaso de la batidora y se bate, eligiendo la consistencia (fina o grumosa, mejor si tiene trocitos de verdura) deseada. Se reserva la salsa (la cantidad que se añada a los burritos variará según el gusto de cada cual, pero seguramente sobre).

Por último, usando una sartén de diámetro similar al de las fajitas, se tuestan las tortas que previamente habremos humedecido con un poquito de agua (nota: no hay que sumergirlas en agua ni ponerlas bajo el chorro del grifo, tan sólo untar con unas gotas con la mano para que queden tiernas y no secuchas).

Montaje

Se toman las fajitas y se coloca una salchicha en cada una (2 si son pequeñas). También se pueden cortar en rodajas para que sea más similar al currywurst, pero el no cortarlas facilita el doblado y manipulación de la fajita. Se vierte salsa de tomate por encima al gusto y se espolvorea de curry (también al gusto) por encima. Se dobla la fajita para hacer paquetitos y listo, a comer!!

Wunderbar wei!

El bastión gastronómico

Labastida

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Y es que el topónimo de esta villa en la Rioja Alavesa tiene su origen en la palabra “bastión” que hace referencia a un pasado guerrero, y guerrera (por contundente,  abundante y rica) es la gastronomía de la zona igualmente.

La historia de la villa es muy interesante, habiendo sido marco de múltiples batallas y que ha dejado un legado con reminiscencias neolíticas, medievales, renacentistas o barrocas. Fue un lugar estratégico en la Edad Media y una importante villa noble más tarde, por lo que es la población más blasonada de toda la Rioja Alavesa. Gracias a la audioguía que se puede descargar en la página web de Labastida, uno puede visitar a su ritmo la villa y alrededores, aunque existen también visitas guiadas muy recomendables (entre otras cosas, porque le llevan a uno al interior de la ermita del Santo Cristo, fundada por Sancho “el Sabio”, que de otra manera no puede ser visitada). Dentro de Labastida existe además un lagar, el lagar de la Mota, al lado del antiguo ayuntamiento de la villa, que, para aquellos que no puedan visitar alguno de los múltiples lagares rupestres que hay por la zona, resulta interesante para visualizar el antiguo método de extracción de vino. De hecho, hasta tal punto ha sido siempre importante la elaboración de vino en Labastida, que se dedicó en exclusividad a su producción, obviando los frutales, olivos y cereales (al contrario que otras poblaciones), por lo que sufrió mucho con la llegada de la filoxera y la posterior destrucción masiva de viñedos.

Gastronomía

Teniendo en cuenta que nos alojamos en una casa rural (Lurmendi) donde la frase más oída es “Tú como en casa” y cuyos dueños son también propietarios de una carnicería, sabíamos que la carnaca iba a estar asegurada. Nuestra primera cena constó de un entrecot (citando la propaganda de la tienda “Si no quieres tener colesterol, come entrecot de carnicería Encarnación y Tío Jose“, aunque el entrecot sin colesterol es algo insólito), con patatas, dos huevos (a la porra el colesterol) y pimientos. Cenaca.

Además, nos habían recomendado ir al restaurante Ariño, en la calle Mayor, donde había buen chuletón, chuletillas de cordero impresionantes y carrilleras estupendas, además de rico revuelto de hongos con  ajetes y postres caseros. El menú del día está a 11 €, aunque en fin de semana sólo hay carta.

Y bueno, las visitas a las bodegas siempre suelen ir acompañadas de un poco de queso y/o chorizo para acompañar al vino….así que por comer que no sea.

Desde luego, hay que llevar el hígado preparado para semejante bacanal y mentalizarse para pasar la siguiente semana a purés y verduritas para compensar, pero merece la pena (y mucho).

Paseos y visitas recomendadas

Merece la pena realizar el paseo por el Machimbrao, camino que sale desde el arco del Toloño, antigua salida  a la sierra, y en el que hoy día se pueden ver diferentes tallas en piedra, creadas estas, como curiosidad, por el artista y enólogo de la bodega Luis Cañas, Pedro Pablo Amurrio.

Otro paseo muy interesante (con visita incluída), es caminar hasta la granja Remélluri, a una media hora a pie desde Labastida. Esta propiedad consta de una necrópolis de los siglos X y XI, sus propios viñedos, su bodega y una ermita del siglo XI. La bodega, que según nos cuentan en la visita no elabora crianza, promueve un método de producción vitivinícola tradicional y ecológico, incidiendo en el cuidado y mantenimiento de los suelos, algo muy importante para la elaboración de vino en particular pero importantísimo también para lograr una agricultura sostenible hoy día: “requiere un poco más de trabajo pero merece la pena, y no es tan difícil como dicen” comentan. La propiedad y producción actual data de 1967, quedando aun lagares antiquísimos y habiendo pasado la granja por manos de monjes jerónimos, que también elaboraron su propio vino. La visita a esta bodega vale la pena por la variedad de actividades que se pueden llevar a cabo en ella, puesto que se puede comenzar con un paseo por la propiedad reviviendo parte de la historia de la zona, continuar con la visita propiamente dicha a la bodega, y finalizar con un aperitivo de vino, queso y aceitunas al lado de la chimenea, que en días de nevada acompaña y se agradece. Vino excelente (de hecho, nos llevamos dos botellas de reseva 2007).

Por otro lado, se puede visitar la Unión de cosecheros de Labastida (Solagüen), la cooperativa de la villa (si se oye “la cope” por la calle no se refieren a la cadena de radio, ojo). Formada por 152 viticultores, es la bodega de la gente de Labastida. Aun cuentan con depósitos de hormigón, interesante para entender cómo y dónde se fermentaba el vino antes. La visita consta de la ruta por la bodega, degustación de sus vinos, almuerzo con queso y chorizo y descuentos para la compra de vinos. Como hay que avisar si o si, y por si alguno se queda con las ganas porque no ha podido ir, existe un puesto en el pueblo donde se pueden comprar sus vinos con distintas ofertas. En nuestro caso, una caja de 6 botellas: 2 Manuel Quintano 2004, 2 reserva 2005 y 2 gran reserva 2001. Por cierto, Manuel Quintano fué un monje de Labastida que se trajo con él las técnicas que ya se empleaban en Burdeos para elaborar vino, allá por 1786, y debió de revolucionar el proceso productivo. De otra cosa no, pero de vino mira cómo saben los curas…