En realidad esto son dos ideas más para aprovechar cosas que hay por la nevera, los armarios, la despensa, la cesta de verduras,… pero ambas tienen algo en común: los cacahuetes. Recientemente he descubierto que la cocina tailandesa (y la coreana) los usan mucho y la verdad es que el resultado es delicioso. También es verdad que a mí me chiflan 😉
Curiosamente, hay un dicho mejicano que dice:
¡Me importa un cacahuate!
Es el equivalente del “me importa un comino” de aquí. Se dice porque son cosas que no valían mucho dinero en su momento, pero no significa que su valor gastronómico sea bajo. Aunque es un alimento rico en grasa, la mitad de esta es monoinsaturada, sobretodo en forma de ácido oléico como el aceite de oliva. Cierto es que la mejor forma de comerlo es comprándolo crudo y tostándolo en el horno, puesto que muchas veces las preparaciones comerciales los fríen en abundante aceite y los salan en exceso. Y las mantecas de cacahuete industriales también incluyen un proceso de hidrogenación para hacerla sólida a temperatura ambiente, así que tampoco son muy saludables. Pero tomar cacahuete de vez en cuando, como digo, tostados en casa sin freir, nos aportarán muchas proteínas, grasa bastante saludable e incluso antioxidantes (y mucho mejor si son con piel). Eso sí, todo en exceso resulta al final malo, así que tampoco es cuestión de empapuzarse a cacahuetes.
Pasta Thai a lo loco (y al trote)
En realidad para preparar este plato tailandés, el “Pad Kee Mao” o “Drunken Thai” (se llama así porque son tallarines que se preparan muy rápido una vez que tienes cortada la verdura y cocida la pasta, y lo suelen tomar los borrachos de fiesta) idealmente harían falta ingredientes como: Nam Pla (salsa de pescado fermentado), mirin (vino blanco de arroz, dulce), vinagre de arroz, tallarines de arroz, albahaca y cilantro y sambal (pasta de guindillas picantes). Pero lo bueno es que con un par de cosillas puede quedar muy rico y el resultado es más que aceptable.
Fundamentales serán los cacahuetes, la lima, los ajetes frescos, salsa de soja, vino blanco y azúcar y huevo para al menos acercarnos. En este caso en vez de tallarines de arroz tenia por casa tallarines de trigo chinos, que quedan muy parecidos y la ventaja de ambos tipos de pasta es que se hacen super rápido, necesitan una cocción mínima y se terminan de hacer en la sartén. Con unos tallarines normales obtendremos algo parecido pero no igual, ya que la textura cambia bastante, pero se puede “apañar”, puesto que la idea de esta receta es hacer algo diferente y exótico con cosas que tenemos por casa.
Para este plato además he usado, porque es lo que había por ahí, tiras de bacon y cebolletas, la guindilla cayena es opcional. Una buena salsa es fundamental, y en este caso yo había preparado una unos días antes con lo que tenía en la nevera. En realidad pretendía haber hecho tare (para ramen) pero la cosa quedó en salsa inventada X: las proporciones eran 1 de vino blanco, 1 de azúcar y 2 de salsa de soja (aunque yo usé algo menos, 1.5). La medida a usar varía según la cantidad que se quiera preparar. Esta mezcla se revuelve bien para disolver el azúcar y se pone en un cazo a hervir. Cuando lo haga, se deja unos minutos para que espese y se separa del fuego.
Y el resto es simple. Primero se cuece la pasta unos 3 minutos (aunque dependerá de la que se use) y hay que dejarla “al dente”, reservándola en agua fría para parar la cocción y que no se apelmacen los tallarines. Luego sólo hay que dorar un poco la cebolleta en tiras con unos trocitos de ajetes frescos y añadir las tiras de bacon hasta que esté todo tostado (si se quiere, ahora se echa la cayena). Entonces se añade la pasta a la sartén y se le echa un buen chorro de la salsa que habíamos preparado. Se apartan los tallarines y se echa el huevo entero en ese hueco de la sartén, removiéndolo e incorporándolo a la pasta como huevo revuelto. Finalmente, se saca la mezcla de la sartén al plato y se ponen unas rodajas de ajetes fescos para decorar y cacahuetes machacados. También le añadí lima exprimida por encima y un poco más de salsa para decorar.
Con estos ingredientes, mejor si es con cayena para darle el toque picante tan típico de la cocina tailandesa, ya obtenemos un plato con mucho sabor y diferente. La lima y los ajetes aportan sabores más frescos y ácidos, la salsa con azúcar y salsa de soja le da el toque umami, salado y dulce y los cacahetes tostados tienen un punto amargo, por lo que, como suele pasar tan a menudo con la cocina asiática, nos encontramos los 5 sabores en un mismo plato.
Coliflor con bechamel gratinada
Esta receta es mucho más clásica, pero le he añadido cacahuetes para darle otro toque. También es muy fácil: se cortan los ramitos de la coliflor pequeña o media grande y se dejan 8 minutos a cocer en olla a presión (si no, 15-20 minutos en olla normal). Por otro lado o se prepara una salsa de tomate natural o se usa una comercial, que se vierte en el fondo de una fuente de horno hasta cubrir con una capa de 1 cm. Cuando se termina de cocer la coliflor, se escurre y se echan los ramitos encima de la salsa de tomate. Después se añade la bechamel por encima hasta cubrir, se espolvorea con queso rallado y cacahuetes machacados y se gratina en el horno.
La salsa bechamel de mi bisabuela
Esta salsa bechamel es una salsa que no convence a todo el mundo, porque se hace en cazuela y la harina no se tuesta, por lo que sí, sabe un poco a harina cruda, pero compensa con otras cosas. Sólo hay que tomar una taza mediana y echar dos tazas enteras al cazo. Luego, se disuelven 4 cucharaditas de harina y una de maizena en media taza de leche (lo mejor es echar primero la harina y maizena e ir añadiendo la leche para que no se formen grumos). Se añade esta mezcla al cazo con leche y se empieza a revolver. No hay que parar de revolver hasta que espese, y entonces hay que seguir otros 5 minutos más. Entonces se aparta del fuego y aquí se añade la magia. Se añade sal, un buen trozo de mantequilla, queso en polvo y, si se quiere, un tranchete. Entonces se vuelve a poner al fuego hasta disolver todo esto, que da tanto sabor a la salsa que la harina queda mitigada, y la ventaja frente a otras es que es tremendamente cremosa.
Featured image ruurmo bajo licencia Creative Commons 2.0 genérica (cc BY-SA 2.0)